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(4/09/2010)

'America Swings', de Naomia Harris; editado por Taschen

FICHA

TÍTULO: ‘America Swings’

AUTORA: Namoi Harris

EDITORIAL: Taschen

PVP: 29,99 €

La fotógrafa Naomi Harris, presente en GetxoPhoto, retrata las reuniones de intercambio de parejas en EE UU

«Swinging». Intercambio de parejas con el objetivo de practicar sexo. Existen diversos niveles: personas que sólo quieren que las miren, otras que sólo quieren observar, algunas a las que les basta con tocar y muchas que buscan sexo en grupo. La canadiense Naomi Harris (Toronto, 1973) ha dedicado 4 años de su vida a fotografiar 38 encuentros sexuales celebrados a lo largo y ancho de Estados Unidos. El resultado: un sinfín de imágenes entre lo grotesco y lo bizarro que retratan los hábitos sexuales del americano medio y que ahora recoge la editorial Taschen bajo el título «America Swings».
«El «swinger» es una persona de entre 35 y 55 años, blanca, de clase media-alta, con estudios y sexualmente liberal, aunque a menudo son muy cristianos y republicanos», aclara Harris, que estos días ofrece una muestra de su trabajo en GetxoPhoto. Se reconoce incapaz de explicar «la contradicción entre esa libertad sexual y votar a Bush». «Soy canadiense», se justifica, «y hay muchos aspectos de la cultura americana que me resultan ridículos».
Las imágenes de Harris no son eróticas. Ni mucho menos. Tampoco pornográficas. Parecen más bien una caricatura depravada sobre personas con extrañas inclinaciones sexuales. Pero ni siquiera es eso, porque, de hecho, entre la acción de los protagonistas y la imagen tomada no existe intervención alguna. «Hago fotografía documental», explica Harris. «La pornografía busca intencionadamente excitar sexualmente al que la mira. Mis fotos no pretenden eso, incluso cuando muestran a gente teniendo sexo. Yo recojo el acto que unas personas están haciendo en un preciso momento, igual que si estuvieran acudiendo a un partido de béisbol».
Parejas desnudas posando ante el objetivo mientras cocinan, se besan, tocan, lamen; orgías gastronómicas alrededor de una mesa en el día de Acción de Gracias que dan paso a bacanales sexuales; sexo oral, «voyeurs» de todo tipo -incluida una mujer que observa un cunnilingus mientras, impasible, se cepilla los dientes- objetos sexuales de diversa índole… Y mucha banderita americana. El orgullo patrio acompaña la mayoría de los momentos registrados por la cámara de Harris, testigo fiel de una realidad que causa estupor y curiosidad a partes iguales.
«A la gente le incomoda que retrate a personas desnudas», se queja Harris. Ya, ¿pero qué hay del sexo como reclamo? ¿No es cierto , acaso, que vende? «Sí, el sexo vende, pero cuando muestras a gente atractiva. Yo retrato al americano medio. El 30% de la población estadounidense es obesa, y la gente no quieren ver imágenes que les recuerdan a ellos mismos. La sociedad premia la juventud, el lujo, a la gente rica… Nunca verás una modelo de talla grande en la portada de Playboy».
Miles de personas acuden a las «swinging parties», «desde madres a las que podrías encontrar en la cola del supermercado a maestras de escuela». La canadiense asiste a esas fiestas -que a menudo tienen lugar en cámpings, potenciando aún más el lado chabacano que destilan las imágenes- después de que se le conceda el permiso que previamente ha solicitado. «No me escondo para hacer las fotografías. Trabajo con una cámara grande que tiene también un flash enorme. Siempre hago las fotos con flash, nunca disparo a traición ni fuerzo a nadie a hacer algo que no quiere», confiesa Harris, que acomoda sin problemas su vestuario para la ocasión, aunque eso signifique tener que trabajar desnuda. «Todos adaptamos nuestro estilismo según la ocasión».
La práctica del swinging se da sobre todo en los barrios periféricos, no tanto en las ciudades. «La vida allí es más aburrida y la gente busca nuevos estímulos», apunta Harris. Esas fiestas tienen, también, mucho de interacción social. «Van a hablar, a relacionarse. Muchos son muy buenos amigos. Se crea una especie de comunidad en la que se cuidan, se protegen».
Que nadie espere modelos esculturales ni cuerpos diez en la obra de Harris. Es, simplemente, sexo anodino entre gente anodina. Hasta el 3 de octubre en Amezti 6, Algorta (Bizkaia).

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